EDITORIAL

Otra guerra "humanitaria"

Los fantasmas balcánicos de la década del 90 están de regreso: zonas de exclusión de vuelos, la guerra humanitaria de la Casa Blanca, Europa y la ONU, las garantías de que no se desplegarán tropas estadounidenses y una ofensiva aérea que por sí sola no puede alterar lo que pasa a ras del suelo. Los discursos se repiten y la destrucción de Yugoslavia vuelve a la mente con macabras imágenes. Esta vez el blanco es la Libia de Kadafi.

Con los términos leguleyos con los cuales la comunidad internacional reconoce que una guerra está en marcha, la ONU resolvió proteger a los civiles y crear un «cordón sanitario» en torno del país apestado, en este caso Libia, según denuncia con total acierto Tarak Barkawi, profesor de estudios internacionales de la Universidad de Cambridge en un análisis para la agencia IPS.

Pero hay demasiados ecos de las terribles guerras de la partición de Yugoslavia, cuando se instauró la idea de que se podía bombardear una población con fines humanitarios. Se podía matar para defender los derechos humanos, un horror amparado por las potencias occidentales bajo el desprestigiado paraguas de la ONU

El lenguaje de la guerra liberal se impone. Cuando el presidente de Estados Unidos, el demócrata Barack Obama, dijo que la comunidad internacional no podía permanecer pasiva ante el brutal ataque de un tirano contra su pueblo, se refería específicamente a uno, el líder libio Muamar Kadafi. Y el Consejo de Seguridad de la ONU ofreció en forma genuflexa su beatífica protección sólo a algunos civiles libios, pero no a los sirios, yemeníes, palestinos ni bahreiníes. Mucho menos a los que sufren violencia en Costa de Marfil, Zimbabwe o en tantos otros lugares. Entonces, la lluvia de bombas estaba asegurada. La guerra de los modernos cruzados comenzaba y las imágenes del dolor en las cadenas de televisión del mundo eran evidentes.

Ahora mismo hay en el mundo 32 conflictos similares al de Libia. En decenas de lugares un gobierno despótico sojuzga y extermina, ya sea un pueblo, una tribu o al que piensa de forma distinta, pero las potencias miran hacia otro lado.

La idea de la guerra liberal, la del uso de la fuerza con fines humanitarios continúa y se instala como un nuevo paradigma en este nuevo siglo. La guerra liberal es útil, sobre todo para los neocolonialistas europeos, porque desmiente que se trate de una guerra. Es una zona de exclusión de vuelos para proteger los derechos humanos, aunque los muertos civiles siguen sumando una necrológica lista.

Para luchar a favor de la democracia en el norte de Africa la guerra es el peor método. Los bombardeos, lejos de alimentar la ola de revueltas democráticas del mundo árabe que ya ha derrocado a dos títeres de occidente, según los árabes, supondrán un gran freno ya que desde ahora existirá la duda sobre qué intereses defiende realmente, si los de los pueblos oprimidos por las dictaduras o las de las viejas potencias occidentales.

La guerra en Libia provocará más sufrimiento, más refugiados dentro y fuera de Libia y más enfrentamientos. Enconará la situación y dificultará la solución del conflicto. Sobre esto ya tenemos sobrada experiencia de otras intervenciones recientes de las potencias liberales en nombre de la democracia, Irak y Afganistán por citar solo dos.

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